Carta de los muros y los puentes
Francisco Huertas Hernández. Ávila, 12 julio 1999
Intimidad & Trascendencia
Del yo ensimismado al nosotros a través del amor
Arquitectura & Moralidad
El vino
Puente romano y Muralla
Ávila
Fotonazos
Puentecillas. Río Carrión
Palencia
Abril 1997
Foto de Francisco Huertas Hernández
"De origen romano, su trazado responde a las exigencias de comunicación de la ciudad de Pallantia y se constituye como enclave primordial en el desarrollo de las redes viarias y comerciales desde época vaccea hasta los inicios del siglo XX. Su construcción permitió el paso desde la ciudad hasta la isla natural del Carrión ocupada desde tiempos inmemoriales por el Parque del Sotillo de los Canónigos.
Su fábrica actual está muy alterada, objeto de innumerables transformaciones desde el siglo XI. La mayor reforma se llevó a cabo en el siglo XVI que definió las líneas actuales del puente e hizo desaparecer gran parte de los vestigios del puente romano" (Wikipedia)
Los puentes de Palencia son parte de mi infancia, y están presentes en esta carta castellana. El "otro lado", el "lado salvaje", se preserva bastante bien en Palencia: apenas se ha construido. Si John Lennon grabó el LP "Walls & Bridges" en 1974 fue para "cruzar" él mismo desde el abandono de la infancia a la reconciliación amorosa con Yoko. Los "muros" son nuestras "defensas", nuestros "miedos"...
Ávila, 12 de julio de 1999
Antes de nada te pido que no rompas esta carta sin leerla al menos. Me resulta difícil encontrar el tono adecuado dada la naturaleza de nuestra amistad, pero, en todo caso, me disculpo si en algo te he ofendido. Me expresaré en párrafo único porque me resulta más cómodo y parecido a la vida. He venido a hacer un curso. Pensaba hace meses que quizá vendrías tú también. Es interesante, pero, sobre todo, útil, y esa utilidad te sería mayor a ti para la oposición, el concurso y todo lo demás. Ha estado lloviendo y ha hecho algo de frío. Ahora, desde aquí, veo la fábrica de chocolates Caty, el parque de San Antonio y el Seminario. He descubierto una buena película, que, cuando recibas esta carta, ya habré visto, pero todavía no la han puesto ni en Ávila ni en Valladolid. Y, estoy seguro de que esta película te va a gustar, ya que el director -no sé cómo se llama- lleva una camiseta de Los Enemigos, y, éstos han hecho la banda sonora, con Raimundo Amador. El film se titula: “Se buscan Full Montys”, y por lo que he visto en la tele está muy bien. Cuando la veas di que fui yo quien te la recomendó. Me he bebido una botella de vino comiendo, y, en el curso, por la tarde, eructaba discretamente mientras escuchaba una conferencia sobre el ideal de la cultura, a cargo de un tal Javier San Martín. Mis sueños, de noche, siguen abismándose en el trabajo, aunque yo no quiera, pero este año ha sido muy duro. He pedido ya centro para el próximo curso (...) Yo sólo quiero vivir, luego, quizá, investigar. Mi tema es la esencia de la risa, ya sabes. Pero no creo que nunca consiga hacer nada serio. Mañana iré al Estudio del Pintor, y al Adarve, y al fantástico Delicatessen, que te encantaría, porque entras y hay un recibidor grande, vacío, y miras al techo y hay un salón colgando, al revés, con sus muebles, sofá, lámparas, todo clavado, es decir, invertido. Es fantástico. En Alicante no existe nada parecido. Luis y yo íbamos a veces. Pasa un tren con coches. Cae la noche. Ávila no te gustaría. Lo sé. Como no te gusta Brel ni Mahler ni la bossa-nova. Pero, qué importa. Viva la diferencia. Una noche vinieron de Palencia a verme a Ávila, hace unos años, unos cuantos amigos. Fueron al (Hostal) Rey Niño (que ha cerrado) y luego cenamos en un chino. Se reían de la ciudad: tiene gracia que unos palentinos se rían de una ciudad tan afín. Yo decía que me identificaba con Ávila. En esa época quería comprarme una casa de piedra cerca de la muralla. Es que ves la muralla y eres otra persona. Es algo que no se puede escribir ni explicar. Desde la Universidad se ve, a lo lejos, la muralla, y sientes una emoción indescriptible. Sientes que el tiempo es otro, no sé. Una tarde, en Palencia, tuve una intuición filosófica: “Arquitectura y moralidad”. Escribí dos páginas. Era genial pero sin pulir. Luego fuimos a beber Cigales y me olvidé. Pero la idea era que la arquitectura depende del vector tiempo, ¡no! !No; no!: espacio. Eso. Que la arquitectura es la organización del espacio, pero fracasa porque la dimensión espacial está sujeta al tiempo, y la moralidad es la categorización vital del tiempo humano (el único) Bueno, no me acuerdo. No era así. Era más bien lo contrario. El caso es que la muralla tiene puertas. Y está el río. Y hay puentes. O sea: Walls and Bridges (Muros y puentes) La gran METÁFORA de la vida humana, de las relaciones humanas. ¡Hay tan pocos puentes! Los muros son necesarios porque defienden a las personas de las agresiones externas, de los ataques, invasiones, asedios, asaltos. La Gran Muralla abulense testimonia la fragilidad de la convivencia. Pero, luego están los puentes: el de San Francisco. El puente te lleva más allá, a los otros, cruzas el mar, el río, el abismo. El puente es el triunfo máximo de la Arquitectura. Mierda, la ingeniería no crea los puentes. El puente sólo lo crea el amor. Por eso, la Arquitectura y la Música son importantes, porque son los PUENTES que el AMOR traza para que podamos llegar más allá. Una tarde de mayo, Z. y yo intentamos cruzar un puente en Cuenca, ese que se levanta sobre un abismo. Como tenemos vértigo dimos media vuelta. Creo que fue sintomático. También las matemáticas crean puentes, como los números imaginarios, y la geometría. Si algún maldito ser humano entendiese mi libro vería todo esto. Las personas son complejas y suelen ser proteicas, polimorfas, es decir: muro y puente a la vez. Yo soy muro con H, pero contigo soy más puente. Tú, que eres puente cordial, no lo eres siempre. También los puentes se cierran al tránsito con las nevadas y la guerra los destruye. Cuando la OTAN destruyó el puente de Novi-Sad, sentí que tú nunca estarías al otro lado, que yo no podría cruzar el Danubio o lo que fuera. Pero los puentes humanos: los sentimientos, no tienen la solidez de la mampostería, y se caen, y nos hundimos en el Vístula. Horacio y la Maga se buscaban en los puentes sobre el Sena. Traveler y Talita, es decir, Traveler, quería soñar el mismo sueño que ella y nunca lo consiguió. ¡Qué raro es el sueño: hace muros de los puentes y puentes de los muros! No sé si te aburro. Si te aburro es que me odias, o, quizá, que esto te parecen pamplinas, gilipolleces, bobadas. Pero tú sabes ser puente. Tú te sabes todos los puentes, los del Este. Tú eres una chica del Este, de más allá del Vinalopó, del Danubio, del Vístula, del Neva. Y la arquitectura etílica, la gran tradición ontológica de Occidente, en la búsqueda del puente que una a los seres, que rompa todos los muros. El vino, el gran puente de la cultura occidental. En realidad, la arquitectura (toda ella: desde la así llamada a la música, las matemáticas, el alcohol) busca la aniquilación del espacio. Sí. Sólo yo me he dado cuenta. La verdadera arquitectura que crea el amor y los puentes sólo se conforma con la eternidad. La verdadera arquitectura es el Cosmos Noetós platónico, es la sustanciación poética y ontológica de los pronombres en la poesía de Salinas. La verdadera arquitectura crea el viaje, la experiencia del Quijote, la aventura. ¿Qué es el viaje si no un puente? No algo meramente espacial, sino en su dimensión de experiencia del tiempo. La arquitectura es sagrada, W. Yo quería ser Arquitecto, pero no valía. Era inútil. Juan Benet, que era ingeniero y andaba cerca de la arquitectura, escribió “Nunca llegarás a nada”. Bueno, ese es mi lema. O sea: mi vida. ¿El sexo es el único puente? ¿el único viaje? ¿la única aventura? Creo que una vez dijiste algo así. Vaya, sería un fisiologismo algo radical. Bukowski o algo así. Me resulta bukowskiano, W. Yo sólo pensaba en una vida tipo Bukowski, pero era para no tener una vida tipo Pessoa. No sé si recuerdas que mi horizonte es la eternidad, ese puente infinito, musical y geométrico. Nadie lo entiende, pero si vivo más tiempo los puentes deberían ser siempre firmes, porque la bondad es un puente indestructible y siempre franco. Puente franco. El puente une lo diferente, el puente es puerto y es faro, abriga de las tormentas. Uno camina solo, hecho granito (un muro de granito) y va y se encuentra con el puente de la bahía de San Francisco, y sabe que al otro lado está la felicidad, pero, ¿qué precio hay que pagar? Ahora sé que los puentes unen a los pueblos y permiten bailar y cantar en distintas lenguas sobre el salvaje río. Los puentes de Madison, el puente sobre el río Kwai, el Golden Gate. Bueno, ya ves, lo he conseguido. He escrito una carta que no es cursi ni boba, que no es una colección de anécdotas veraniegas insulsas, que no es un ejercicio de masoquismo autocompasivo, que no es un recuerdo de lo que vivimos, que no es una carta pedante, que no es paternalista ni desvalida, que no es ridícula ni osada, que no es hermosa ni original. Es una carta puenteada, roja (somos de izquierdas y la sangre nos puede más que las neuronas) y cordial (el corazón es rojo) Por eso, si has llegado hasta aquí en su lectura lo celebro, porque mi corazón me dice que tu impulso es romper la carta. Mañana beberé más vino y te mandaré una postal de la muralla para que veas. Bien, ahora debo dormir. Los trenes pasan. Es medianoche. Heidegger vuela en el aire. Estoy en mi tierra y eso me reconforta. Este cielo, este suelo, estos árboles, estos ríos, estos viejos jugando a la petanca, esta paz, estos días felices y este sol de la infancia, incluso estos recuerdos que me persiguen como Philip Marlowe. Es medianoche. Heidegger vuela en el aire...
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1 comentario:
Precioso escrito que me recuerda la infancia cuando íbamos de la mano de nuestros mayores para cruzar el puente del Manzanares
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