Meditación sobre Anaximandro
ALMA
Soledad, Amor, Libertad, Felicidad
Francisco Huertas Hernández. 2000
“De donde las cosas tienen origen, hacia allí tiene lugar también su perecer, según la necesidad; pues dan justicia y pago unas a otras de la injusticia según el orden del tiempo”
Anaximandro
Entre los sentimientos más turbadores están aquellos que asociamos con leyes inexorables del destino, pero que no pueden describirse ni calcularse. De entre ellos, aquellos que mezclan la exaltación, la premonición, la violencia y la desesperanza son los más inquietantes.
Se sospecha que Anaximandro descubrió la ley que castiga a los individuos por haberse escindido del apeiron, por lo que han de pagar con la muerte, la reintegración.
Ese sentimiento de desvalimiento tan humano quedaría así explicado. Somos incompletos porque hemos sido desgajados de la unidad, del todo, aunque parece que Anaximandro no consideraba este Todo como Orden.
La vida individual, el egoísmo en definitiva, siempre será desasosegante y tendrá nostalgia de la unidad rota, del seno indefinido del que se procede.
La fascinación que siempre han despertado esas pocas palabras de Anaximandro es una muestra de ese desconcierto que agita el alma humana.
El amor es la desesperada lucha por vencer ese desvalimiento de la separación, del desgajamiento. Es también el descubrimiento de los invisibles hilos que nos unen a los otros y que nos recuerdan que la soledad es condena y culpa, y requiere castigo. Un castigo cósmico, la muerte, la reintegración a un Seno que no podemos recordar si es Orden o Nada. Con la muerte se expía la culpa de la individualidad, del apartamiento del apeiron.
Todas las pasiones arrebatadas del alma esconden la impotencia de saberse alejado del Origen y el anhelo de volver a Él, aunque no se sepa el camino.
El vínculo inextinguible que encontramos en el amor es la revelación de que la persona amada es una parte nuestra que alguna vez estuvo integrada en el Origen, al cual también pertenecimos y seguimos perteneciendo: por eso sufrimos.
La aflicción es la expulsión del apeiron, es la condena de soledad de la individualidad que inventa la razón para consolarse y olvidar el Seno originario.
Kierkegaard reunió dos verbos terribles que expresan este sentimiento sordo: “temor” y “temblor”. La conciencia de culpa, la culpa de haber nacido, está presente en todas las afecciones del alma.
El exilio es la condición del alma. El alma sólo quiere amar, reintegrarse al Origen. Por eso el descubrimiento de vínculos inextinguibles es tan turbador. El amor es dependencia. La independencia es culpa, es egoísmo.
La individualidad dolorida de la razón intentó unir armoniosamente libertad y felicidad, pero no fue posible.
La felicidad es la dependencia afectiva, la vuelta al Origen, el aniquilamiento en el Todo del que procedemos.
Si amas no escribes. La escritura es repugnante y egoísta
La individualidad dolorida de la razón intentó unir armoniosamente libertad y felicidad, pero no fue posible.
La felicidad es la dependencia afectiva, la vuelta al Origen, el aniquilamiento en el Todo del que procedemos.
Francisco Huertas Hernández
Jueves 9 de noviembre de 2000
Si amas no escribes. La escritura es repugnante y egoísta
1 comentario:
Muy extraño escrito
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