viernes, 12 de febrero de 2021

Otros nombres. No hay nombrar después del amor. Francisco Huertas Hernández. 2001. Texto filosófico-literario

Otros nombres
No hay nombrar después del amor
Francisco Huertas Hernández. 2001
Texto filosófico-literario

"Женщины" (1966). Павел Любимов
"Zhenschiny" (1966). Pavel Lyubimov
"Mujeres"
Алевтина (Аля) Павловна Ягодкина (Галина Яцкина) & Женя, сын Екатерины (Виталий Соломин)
Alevtina (Alya) Pavlovna Yagodkina (Galina Yatskina) & Zhenya, hijo de Catherine (Vitaly Solomin)
Enorme éxito cinematográfico soviético, este melodrama cuenta la historia de tres generaciones de mujeres (Женщины), trabajadoras de una fábrica de muebles: Yekaterina, Evdokia y Alevtina.
Los nombres de mujer son eufónicos, y, más allá, eudaimónicos, en tanto que producen por sí mismos felicidad

 Llega un momento en la vida en el que los nombres ya no traen nada: ni almas, ni historias, ni razones. Después de la infancia, del amor verdadero, de los amigos de cuando la vida tenía que hacerse, inventarse, o así creíamos, todo lo nuevo está gastado, da igual el nombre que lleve grabado: la historia sigue, pero nuestra vida está anclada en otro puerto, un dique de recuerdos y nombres cuya sola evocación nos hace estremecer; nombres sagrados que merecen veneración y silencio. Ninguna sombra de las tantas que encontramos luego a nuestro paso tiene derecho a interferir en ese espacio. Después del amor ya no hay nombres. Los otros nombres son onomatopeyas. Son ráfagas de viento. Recibimos los nombres de niños para poseer la vida, y, cuando ésta nos evita, nos esquiva, los nombres caen al suelo, como máscaras después de carnaval, muertos, inútiles. ¡Qué importa que el mundo tenga otros nombres si ya no nos pertenecen! ¡Qué importan esos otros nombres cuando el nuestro está gastado!  Hastío de hombres y mujeres que visten el traje de la multitud indiferente, que nos son presentados en el ocaso y entre sombras, cuando nuestra vida ya nombró con vehemencia y desmesura las letras del corazón que nos acogió, de las almas que crecieron a nuestro lado. ¡Qué me importa a mí que haya otros después!  Ellos no tienen derecho a entrar en mi memoria: su sola presencia, con la etiqueta en la mano, con el collar en el cuello, nombres que no nombran, me saca de quicio. Sólo el amor, sólo la amistad, sólo las almas que nos acogieron merecen ser nombradas. El resto que permanezca en silencio. No. No vengáis a mí con otros nombres, inverosímiles, manidos, ridículos. No quiero oír ninguno más.

Francisco Huertas Hernández
Domingo, 5 de agosto de 2001

2 comentarios:

Unknown dijo...

Muy triste

Inma dijo...

El texto es poético y hermosísimo. Pero no estoy de acuerdo con la tesis:los nombres nos pertenecen, se funden con nosotros. Son inmortales. Son la me ira de la vida.